Mirar la ciudad, contemplarla, poder observar su patrimonio y sus historias.
Más de 200 años tiene el árbol más grande de nuestra ciudad que luce altivo, imponente e impecable en la plaza Bartolomé Mitre frente al templo parroquial.
Con sus veinte metros de altura, con sus hojas perennes que hace que durante todo el año el verde repose en sus ramas y de sombra por quince metros a la redonda.
Su nacimiento tan mítico como misterioso. Porqué nació en el medio de la pampa húmeda un alcanfor de clima subtropical, que no puede soportar las heladas.
Razón por lo que es la única planta de esta especie que se observa en nuestro territorio.
Según cuenta la historiadora Nora Genaro, la semilla pudo haber venido en el pelo de algún animal como pudo ser en un guanaco o un zorro o en el caballo de los habitantes originarios que en una posición nómade, sin saberlo, lo trajeron desde el noroeste argentino.
Lo cierto es que el alcanforero tan gigante como hermoso, ha sido testigo de toda nuestra historia como ciudad.
Erguido, altivo desde antes de la fundación del Carmen de Las Flores. El árbol que vio nacer la plaza principal cuando en 1856 se llamó Del Carmen se destaca de sobremanera y los que tienen la posibilidad de contemplarlo se quedan maravillados por su imponencia.
Cuantos florenses se han sentado en los rebordes de su tronco monumental a descansar, a charlar entre amigos, a robar un beso.
Un árbol histórico que atestigua no solo el paso del tiempo sino también el respeto y el cuidado por nuestro medioambiente.
Alcanforero de nuestra vida, fiel testigo de nuestras luchas. Acerbo patrimonial de nuestra comunidad.